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Si hacemos un
repaso a los accidentes, algunos fatales, de los últimos años, da la impresión,
a falta de más información, que el error es casi siempre (el que le costó la
vida a Zoé sugiere más de una posibilidad) el mismo: el cierre accidental del
circuito electrónico. A continuación se detallan unos pocos y sencillos
consejos para evitarlo. Partimos del común ingenio formado por pila a detonante,
temporizador, bomba propiamente dicha y todo ello metido en algún tipo de bolsa
o mochila.
-Debe ir bien
aislado todo lo susceptible de provocar una conducción involuntaria de
electricidad. Todos los elementos del artefacto han de estar bien sujetos y
presentados de manera tal que faciliten el siguiente paso, que es:
-Tras
comprobar, en el lugar de definitivo emplazamiento, que no se ha producido un
cierre accidental del circuito, poner la pila. Una alternativa es llevar la
pila ya conectada, pero en tal caso se deben interponer al menos dos
interruptores de seguridad que se accionarán también una vez verificado que no
se ha producido ningún contacto fatal y con el artefacto en el objetivo a
golpear. Si se considera un riesgo invertir incluso los pocos segundos
necesarios para esta maniobra, se puede dar el accionamiento en un lugar lo más
próximo posible y a reparo, y luego ir hacia el objetivo, pero conste que no es
lo ideal. Lo que en cualquier caso facilita que podamos acabar muertos o
mutilados es hacer todo un trayecto con el circuito a merced de una única
y nada descabellada conexión casual.
Al menos por
estos pagos es cada vez más difícil hallar relojes mecánicos. Se nos acabó el
viejo, entrañable (y por lo general eficaz) despertador de cuerda y similares.
Así que cada vez más parece que se recurre a despertadores a pila con
manipulaciones externas o internas, digitales, o programadores de pared con
reserva de carga. A estos dos últimos se les presupone infalibilidad y
además la ventaja de que pueden proporcionar mucho más tiempo (o muchísimo,
hasta semanas) desde la colocación hasta su luminoso final. Ahora bien,
junto a los despertadores a pila con manipulación interna, tienen un
inconveniente: no podemos saber a simple vista si se ha producido la
temida conexión accidental en el propio organismo interno del reloj, o un error
en la programación. Esto se puede subsanar con un pequeño circuito paralelo
acabado en dos o tres bombillas (según del tipo que sean) o en un téster
fiable. ¿Por qué más de una bombilla? Pues porque toda precaución es poca. No
es tan improbable la rotura de la resistencia de una bombilla durante el
trayecto, de dos o tres es más difícil. Esto mismo se debe tener en cuenta
en los detonantes de fabricación propia con base en resistencia de
bombillitas.
Otros
consejos:
Hacer siempre
lo mismo es aburrido, ineficaz y peligroso, muy peligroso, si te pillan con las
manos en la masa.
Almacenar
explosivos ya fabricados tampoco es lo ideal, ni para la salud ni para una
posible defensa legal si te pinzan. Si por vete a saber qué motivos se rompe
con esta norma, el mal menor (es un decir) consiste en almacenar sólo
el componente más precioso en caso de que el explosivo sea de factura propia;
por lo general el oxidante, por lo general un nitrato o clorato.
Si somos
nosotros los fabricantes, además de respetar las normas de seguridad
de mera lógica, hacerlo en pequeñas cantidades, poco a poco, nada de
mezclas abundantes de una sola vez que nos resultarán fatales en caso
de accidente.
Comprobar
siempre los componentes electrónicos y químicos y ensayar los
circuitos.
Que reviente
lo que tiene que reventar
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