Este texto fue
escrito por Gonzalo López, hermano de la compañera Claudia López. Fue leído en
la radio Primero de Mayo en septiembre pasado, en el marco de la conmemoración
de los 15 años del asesinato de la compañera, y de los 40 años del golpe
militar de 1973.
Cuando pienso en tu ausencia… me resulta imposible
disociar los diferentes aspectos de lo que fue… de lo que es… como el tiempo,
los espacios, las vivencias… y su relación con el alma vulnerada de una época y
una sociedad sumida en el trauma profundo de su historia y la bruma de sus
desmoralizadores contrastes, engendrados a través de la violencia dictatorial y
el posterior surgimiento de este híbrido retocado, indefinible por momentos
pero esencialmente corrupto en su origen… al mismo que dieron en llamar
“democracia”… Sí, como suele suceder, el acertado y mezquino cálculo de unos
pocos daría forma al sistema que impera en el presente, pensado a la medida de
lo que el poder blindado y sus aliados de siempre exactamente deseaban
perpetuar… Nació entonces, bajo el signo de la no integración y la continuidad,
la que se intentó alzar como promisoria fuente de cambios… entre pactos,
negociaciones a puertas cerradas e intereses cada vez más condicionados en pro
de lo que la nueva y conveniente mentalidad disgregadora y personalista buscaba
implantar en las mentes y conciencias… la formación de seres humanos
desvinculados, interesados exclusivamente en su seguridad, su realización
individual, reacios a asociarse o perseguir fines colectivos que trasciendan lo
puramente particular, pragmáticos y empobrecidos en cuanto a sus conceptos de
sociedad y convivencia y, a la larga, aislados e impotentes… sentando de esa
forma y sumado a toda la institucionalidad adecuada a esas ideas, los cimientos
que estructurarían una mayor segregación… más agresiva aún en su fomento y
ampliación de los abismos sociales, culturales y económicos… que acabaría
invadiendo todos los ámbitos, incluso los más íntimos y esenciales… La democracia,
sin embargo, no pudo engañar con su aparentemente honesto cometido por mucho
tiempo… pues no tardó en demostrar, cosa que algunos previeron desde su inicio
e incluso mucho antes, que se trataba tan sólo del nuevo barniz de tono
ilusorio y progresista pero que no podía disimular su deformada esencia,
enrarecida, desfigurada y lentamente asfixiante… bajo el cual se erguía un
orden inalterado y opresivo… Este orden, movilizado e inspirado por un
revitalizado espíritu represor, menos visible pero doblemente eficaz, cargado
de ambiguas intenciones, actitudes excluyentes, violencia e injusticia… se
sirvió de los mismos valores distorsionados que enarbolaba, para seguir
modelando y adaptando conciencias, cada vez más desconectadas entre sí,
asegurando de ese modo su resguardo y preservación para, al mismo tiempo
profundizar lo ya impuesto a la fuerza. Para muchos, la confusión, el
desaliento y la pasiva aceptación que poco a poco se apoderó de la
cotidianeidad, limitada a la supervivencia dentro de las coordenadas sociales,
económicas y culturales vigentes… adormeció la búsqueda de mayores cambios…
permitiendo de esa forma la conservación de gran parte del nefasto legado
dictatorial y, sin saberlo, condenando de paso a otras tantas generaciones más
a cargar con los efectos perversos de su plena instauración…
Sin duda, y no tan sólo por haber ocurrido en uno de
aquellos llamados “gobiernos democráticos”… tu asesinato fue un crimen
perpetrado por esta democracia… por un orden y un sistema insensible,
insolidario y destructivo en su expansionismo que no ve límites para despojar y
perjudicar a quienes se interponen ante sus intereses… ya sea por la codicia de
un grupo minúsculo que siempre busca dominar y acaparar más o la degradación de
un Estado cada vez menos comprometido con las necesidades de su gente, su
pueblo… pues se ha transformado en un aparato servil a los intereses del poder
siendo también absorbido en gran medida por la influencia emanada de aquel… que
no soporta la justa rebelión de quienes han decidido reaccionar contra ese
lento y desgarrador desmoronamiento que arrastra vidas, sueños y expectativas…
pues tu rebelión no fue sólo convicción, sino un acto espiritual… fue un
corazón conmovido por los efectos y alcances de una miseria brutal y
silenciada… esa misma que de alguna manera siempre intuiste pero que la vida
poco a poco te mostró en sus extremos más dolientes… pudiendo reconocer en
medio de la pobreza de otros seres humanos, los devastadores efectos de la
exclusión y la indiferencia… pero, a la vez, también discernir que las
dificultades, la precariedad, la frustración y la rabia, son comunes y
transversales al interior de un universo social segregado pero igualmente
amenazado y oprimido.
Mirando hacia atrás y observando el presente… resulta
contraproducente recordar la poca comprensión y sorprendente incapacidad de no
poca gente que, imposibilitada de ver más allá de sus habituales
comportamientos y preocupaciones, nunca reflexionó en los profundos
cuestionamientos que planteaba tu muerte… para algunos no había razón para
estar en medio de la protesta una noche de once de septiembre en La Pincoya…
pero claro, cómo no entender eso cuando el compromiso emocional e ideológico no
existe… cuando todo acto de manifestación violenta se sataniza sin hacer el
menor intento de analizar qué puede desprenderse de ello… Resulta más fácil y
cómodo desestimar y rechazar sin contemplaciones esas ideas porque atentan
contra ese orden estable que aunque una masa cada vez más disconforme critique
en ciertos aspectos, por otro lado también defiende… Como siempre, el
temor a los desconocido supera a muchos,
y más aún si sienten que algo puede poner en peligro la aparente estabilidad
que poseen… sin pensar en las enormes sombras que se extienden para tantos
otros que no tienen oportunidades y que no serán nunca respetados ni integrados
pues el mismo sistema de vida los ha marginado y relegado…
Cuando recuerdo a Claudia, no puedo dejar de pensar en
ese dolor vital que la hizo florecer a una realidad que no muchos soportan
enfrentar… que la mayoría sólo prefiere mirar de lejos o rozar levemente… y,
sin embargo, todos de alguna manera la conformamos, pues somos parte de ello… y
es eso lo que nunca olvidó.
La lucha de Claudia era una lucha por desentrañar y
rescatar algo de aquella humanidad desesperada que aún cree en romper con los
artificiales y brutales obstáculos que un sistema o un orden erigen hasta
exhibir como indoblegables… era una lucha por reivindicar a los que nadie ve,
por una verdadera justicia y equidad que sólo pueden conseguirse cuando nos involucramos
en condiciones de igualdad e independencia, sin hacer valer diferencias
tendenciosas ni privilegios… y desde su vertiente anarquista y libertaria, sé
que siempre la movieron ideales de este tipo tan sólo porque en ellos
involucraba su ser y eso le otorgaba una dignidad de la cual muy pocos quizás
podrían dar cuenta… seres así, como tantos ha habido y habrá… que también han
sido víctimas en este país de manos ejecutoras que tan sólo representan un
apéndice mínimo, insignificante en relación a ese poder dominante y a esa
mentalidad indolente que adormece y aisla, reflejan quizás la más genuina
prueba de que en medio de tanta oscuridad, siempre surge una esperanza
esclarecedora… pero no tan sólo como una expectativa o una proyección
imaginaria, sino como acción y lucha, cosas que en ella surgieron con la fuerza
de un llamado, una vocación.
Ahora, de pronto, pienso en lo nutrida que fue tu
corta existencia… en las grandes satisfacciones que te regaló la danza a la que
también dedicabas con ahínco gran parte de tu tiempo e interés, pues constituyó
un espacio de libertad y crecimiento que nunca se conflictuó, al menos de
manera seria, con tu accionar… siempre intentando perfeccionar una técnica y
disciplinar un cuerpo que tardíamente siguió el camino de esa expresión
artística, desventaja que sin embargo nunca amilanó esos deseos por alcanzar
los niveles exigidos… Imposible olvidar los ensayos en el pequeño living de la
casa… siempre preguntando si acaso había algo en el baile que resultara extraño
o desentonara con lo que deseabas expresar para así corregir de acuerdo a esas
opiniones… en un espacio tan pequeño… y sin embargo bastaba para realizar un
ejercicio o desarrollar alguna tarea… Cómo no sentir la vida que había en todo
ese tremendo esfuerzo que tu menuda figura enfrentaba con entusiasmo y sin
vacilación, pues en todo ese juego de movimientos destellaba, sin duda, un
profundo amor… Se me viene a la mente también tu siempre emotiva y rigurosa
dedicación al redactar esos poemas llenos de rebeldía y fuerza, algunos de los
cuales publicabas en aquel “fanzín” como lo describías llamado “El
Francotirador” que te ligaba íntimamente con el Pedagógico, aunque no estoy seguro
si se tratara de un tiraje exclusivo de aquel grupo anarquista del que formaras
parte en esa universidad, la Coordinadora Revolucionaria del Pedagógico, antes
de estudiar danza y posteriormente también… Podría mencionar muchas cosas…
momentos hermosos y también los sombríos… como los instantes críticos que
comenzaron a agobiarte en silencio durante el último tiempo, cuando te notaba
algo distante, ausente, alejada… alterada inclusive, como si algo te forzara a
dejar de ser tú misma… en tiempos cuando ya participabas en otra agrupación…
Creo que alguna fuerte decepción te hizo replantear algunas cosas, aunque nunca
manifestaras la razón… a veces tu ánimo se agriaba y actuabas con cierta
ironía… como si una influencia poco grata hablara a través de ti… pero sin
embargo, en los últimos días… era notorio que buscabas más cercanía, pequeños
gestos… pequeñas muestras… pues algo sucedía… y así llegó aquel 11 de
septiembre de 1998, antecedido por una madrugada lluviosa… un día invernal muy
gris en que me mantuve despierto y atento
a trechos durante la madrugada esperando escuchar algún programa alusivo a la conmemoración del Golpe de Estado… suena
casi risible pensando en la situación presente en este ambiente de víspera de
once de septiembre, cuarenta años después, cuando todos los medios están
invadidos de espacios que plantean el tema con mucha seriedad casi compitiendo
por quien muestra más “verdad”… y sin embargo, en aquellos días… sólo algunas
radios del dial AM transmitían programas especiales durante la jornada… y la
televisión, como siempre, a satanizar las marchas y las protestas… quien diría
que cuando sonó el teléfono temprano y contesté, mientras aún llovía y esperaba
escuchar algo, sería el último de la familia… y la última vez que escucharía tu
voz… Se suponía que regresarías más tarde o al día siguiente y dabas aviso para
que no nos preocupáramos, sobre todo por nuestra mamá, que siempre se
acongojaba para esas fechas, temiendo que algo pudiera suceder… y sucedió… de
forma increíble y dramática… sucedió lo peor que pudiéramos temer…
Fuiste asesinada esa noche… poco después, siendo ya la
madrugada del doce recibimos la llamada anónima que desató la tragedia… la
estremecedora constatación de un mal presentimiento se volvía real… y el vacío…
cómo no recordar aquel vacío que nos invadiría dejándonos estupefactos para
luego estallar… los gritos desgarradores de una madre que sentía la ausencia
golpeando sus entrañas y la herida… abriéndose sin cesar… de pronto, era como
si los tiempos se confundieran… ¿era 1973?... ¿era 1998?... ¿éramos
nosotros a quienes nos estaba sucediendo
esto?... ¿podía ser tan sólo una rara confusión?... no, no lo era… y sí, a
nosotros nos ocurría…
El silencio reinaba en La Pincoya cuando llegamos a
ella… pero no un silencio de calma, pues esa penumbra hablaba… y no sé si
exactamente del presente… era como si los tiempos se superpusieran y pugnaran…
como si las ánimas aullaran pero no lograran hacerse oir… de nuevo la violencia
y la muerte se encontraban en la oscura procesión… Pudimos trasladarnos gracias
a un vecino que, como poca gente en esas circunstancias hubiera accedido, nos
condujo desde este otro lejano extremo…
A veces pienso… cuál habrá sido su último pensamiento…
su último deseo… cuán sola debe haberse sentido cuando, agónica, fue abandonada
finalmente en la calle, pues supuestamente nada se podía hacer y los otros
debían salvar el pellejo ante la emboscada de fuerzas especiales que disparaba
y lanzaban bombas lacrimógenas… rodeada de ese gas tóxico, sin recibir auxilio…
ahogándose en su sangre, con algún atisbo de conciencia aún… ella, tan
luchadora, encogida en ese caos de gritos y veneno irrespirable… dejando este
mundo en que había hecho tantas cosas, tantos amigos, tanto amor, bien o mal
comprendido… tantas preguntas… y un gran vacío que de pronto nos volvió tan
frágiles… como la vida misma supongo aunque resulte tarde descubrirlo… quizás,
sea cierto lo que una mujer sabia hija de un amargo sufrimiento pero también
del más profundo amor dijera con
recogida serenidad respecto de ella y ellos… “no fueron hechos para este
mundo”…
Gonzalo López
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