viernes, septiembre 14, 2012

Operación Ardire - carta de Peppe desde la carcel de Alessandria


 Traducción enviada al e-mail, y ligeramente corregida

Bajo un cielo de barrotes

 "Todos y todas estamos encarcelados, ya que una sociedad que tiene necesidad de la
cárcel, para recluir y excluir, es ella misma una cárcel. Pero nunca será
encarcelable la alegría del sueño de la libertad de los patrones y de sus cárceles,
la alegría de una solidaridad en lucha "

 Marco Camenisch



Se dice que un tonto, en lugar de mirar a la luna, se detenga a mirar el dedo que
apunta a la misma. Sin embargo, sin querer justificar un tonto o reputarme tal, creo
que es difícil mirar hacia el cielo cuando este se  cubre más y más de barrotes.
Decir esto puede parecer obvio visto que la luna, desde donde estoy ahora, solo la
puedo imaginar, pero las barras de las que hablo no sólo caracterizan la prisión,
sino son una parte integral, en diversas formas, del entero dominante que amorba el
existente. Una vez traspasado el velo que para alguno era de Maya, el límite entre
la así llamada realidad social y la prisión se disuelve revelando la verdadera
naturaleza del contexto en el que, más o menos voluntariamente de acuerdo al nivel
de la conciencia individual, se vive. Durante los casi tres meses de cautiverio,
transcurridos por cincuenta días en aislamiento, muchas analogías entre la sociedad
y la prisión me han aparecido todavía incluso mas nítidas.

Para empezar, es fácil ver la correspondencia entre el control constante operado
desde el dominio y reservado a sus enemigos en el interior de la sociedad, o a
categorías enteras de personas, y aquello manifiestamente destinado a los presos
dentro de las cárceles. Por un lado, perseguir a las personas, escuchas telefónicas y
sistemas  tecnológicos de vigilancia, por otro lado, la limitación física de la
"libertad" concretizada por la cárcel, guardias y analogos instrumentos de control.


Procesos y técnicas de despersonalización con el apoyo de estrategias específicas y
probadas con la presencia de sustancias listas para el uso, miradas al
aniquilamiento selectivo de la persona existen tanto "dentro" cuanto "fuera". El
peligro de convertirse en esclavos de la homologación democrática hace el palo con
aquello (expresión para decir que se complementan, n.d.t.), para el detenido, de
reducirse de la misma manera a un número. Tanto la prisión como la sociedad se
fundan sobre la creación y el consolidamiento de roles y jerarquías, así como de la
necesidad de expropiar a la persona de cualquier autonomía.

Terminado por sucumbir a todo eso, muchas veces sin ni siquiera una mencionada
resistencia, la mayoría de los seres humanos, recorriendo a ciclos continuos de
delegas, ha renunciado a cualquier influencia directa sobre como conducir la propia
vida. No es casualidad que propio el delegar, en la cárcel, es la única manera, a
querer seguir la norma, para hacer cualquier reclamación, incluso la más trivial,
para que el prisionero pueda sentir claramente la pérdida de cualquier posible
autodeterminación.

No encuentro diferencias significativas incluso entre la seguridad obsesionada
metabolizada por el ciudadano, tal vez espectador eufórico (o aspirante concurrente
competidor) del espectáculo mediático centrado sobre mirar en televisivos orificios
de las cerraduras, a aquella inherente al funcionamiento de la prisión (cualquier
referimiento a registros corporales, a otras prácticas degradantes y a las mirillas
colocadas en los baños no es absolutamente casual).

Además, queriendo disipar cualquier "prisionerismo", decepcionando a aquellos que
todavía creen en el binomio detenido-rebelión, pienso que dinámicas de servidumbre
voluntaria caracterizan tanto la masa de los "libres" cuanto aquella de los
prisioneros. Los primeros, cada vez más subordinados a todas las manifestaciones del
poder, terminan por convertirse en gendarmes de si mismos y delatores de la conducta
de los  demás; los segundos, a veces, ni siquiera sienten la necesidad de meter en
cuestión la prisión a la que son costrectos, y si tienen la oportunidad, pasa
también que algunos se conviertan en colaboradores de sus mismos torturadores.

Las ciudades, así como las prisiones, aunque teatros de fuertes contradicciones,
están impregnados de una sumisión cada vez más arraigada y los individuos,
prisioneros o no, en conflicto con el existente son una minoría combativa y
consciente del real estado de las cosas. El gris de los muros tiene el mismo tono de
los edificios de la ciudad, son estos de hecho, a ser convertidos en prisiones
siempre más seguras.

Lager para "extranjeros" y manicomios, además de los ordinarios centros de detención
existen gracias a la simbiosis con los modelos de vida destinadas a mantener el
status quo.

Propio en estos momentos en que la eficiencia y la funcionalidad parecen haberse
convertido en las actuales condiciones de prisionia generalizada, la reapropiación
de sí mismos y el redescubrimiento de su irreductible individualidad se convierten
en la génesis de la insubordinación.

Tener en nuestros corazones el deseo que este mundo se derrumbe una vez por todas es
la utopía que impulsa a tantos individuos y grupos, conscientes de que cada aspecto
del existente es atacable, a concretizar la acción anarquista multiforme. Sólo de
este modo también la solidaridad se convierte en sinónimo de acción directa,
evitando el riesgo de quedarse reducida a una palabra como tantas otras.

En este sentido, quiero concluir con mi pensamiento directo al compañero mexicano
anarquista Mario López, quien resultó gravemente herido durante un ataque a las
estructuras, que recientemente declaró que "la solidaridad es nuestra mejor arma"

Son los ataques anarquistas, que impredecibles se suceden  día tras otro en todo el
mundo, a dar confirmación a sus palabras y a inflamar los corazones de las presas y
los presos anarquistas. Mando un cordial saludo a los prisioneros miembros de las
CCF procesados ​​por el "caso Halandri" y mi solidaridad a los investigados y
investigadas por la "operación mangiafuoco".


Desde la sección de alta vigilancia del cárcel die Alessandria, agosto 2012
Giuseppe Lo Turco
individualidad  anarquista prisionera

para escribirle:

Giuseppe Lo Turco
Carcere San Michele strada Casale 50/A
15122 Alessandria

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