(para los
antiautoritarios secuestrados y Sebastián, asesinado por un bastardo guardia)
1.- Cuando
los jóvenes proletarios de las poblaciones de la periferia metropolitana
agachan la cabeza y se resignan a ser mano de obra barata, no llaman la
atención del Poder. Se los maneja con la normativa laboral (cuando el trabajo
es más o menos formal), y/o se los ve como objeto de ciertas políticas sociales
que mezclan el control con la limosna.
Cuando se
dedican a la delincuencia económica de poca monta para subsistir, y se hacen
mecheros, rateros, microtraficantes o cualquier otra de esas variedades de la
llamada “delincuencia común”, se les responde con policía, Código Penal y
cárcel.
Cuando
jóvenes que vienen de esos mismos sectores, estructuralmente marginados por el
capitalismo de nuestro tiempo, adquieren cierta consciencia de clase, cuando se
rebelan contra la explotación con armas en la mano, son siempre candidatos a
ser tildados de “terroristas”. ¡Ellos! Cuando no han hecho sino reaccionar con
la mayor dignidad humana posible frente a condiciones sistemáticas e
históricamente acumuladas de violencia de clase propinada desde arriba por los
verdaderos terroristas.
Pero dentro
de todas las imágenes que obsesionan a los burgueses y sus súbditos fieles, la
figura del joven anarquista y/o subversivo que se atreve a entrar con armas en
la mano al templo del dinero, al territorio donde la humanidad rinde tributo al
Dios Dinero, para expropiar a los expropiadores huyendo así de la imposición
del trabajo asalariado, la jauría de ciudadanos llega a quedar afónica
gritando: ¡maleantes!, ¡antisociales!, ¡mátenlos a todos!, ¡púdranlos en
la cárcel!
Claro, cuando
uno de los principales maleantes antisociales del país, el actual Presidente
Piraña, robaba bancos, tenía la posibilidad ofrecida por su pertenencia de
clase de robarlos por dentro (¿se acuerdan del Banco de Talca?).
Cuando sus
maleantes a sueldo reclutados en la policía, el ejército o las empresas
privadas de seguridad (tremendo negocio liderado por varios ex-agentes de
seguridad del Estado), matan a balazos a los jóvenes proletarios no hay allí
para ellos violencia alguna, sin un acto de justicia y profesionalismo.
Así de claras
son las cosas en nuestro tiempo, y por eso es que no se equivocan para nada
quienes abiertamente proclaman que estamos en medio de una abierta e implacable
guerra social.
2.- Los
periodistas-policías, en la alianza tan profunda que han hecho entreemol/La
tercera/etc. con la ANI y la DIPOLCAR, están en una abierta campaña por
revalidar todas las tesis que habían sido derrotadas en su propio terreno
(legal/judicial) con ocasión del llamado “Caso Bombas”.
A partir de
ahora, cada vez que la represión se deje caer sobre compañer@s, se dirá que
“fueron investigados en el marco del Caso Bombas” (lo cual no es muy
difícil considerando la cantidad y variedad de pesonas y ambientes que fueron
investigados en el marco de todos esos años de actividad fiscal/policíaca), y/o
que “tienen vínculos con grupos antisistémicos” (como si no hubiera a su vez
“vínculos” políticos y sociales entre empresarios, represores, periodistas y
miembros de la clase política).
Son tiempos
violentos, que no se acabarán tomándonos de las manos en un mítin pacífico,
sino que aplicando más y mejor violencia contra el enemigo por donde más le
duela. Como decían alguien hace medio siglo:debemos iluminar el sector de lo
que merece ser destruido . Y esa destrucción debe apuntar precisamente al
corazón de la explotación y de la dominación en todas sus formas.
3.- No
te conocí mucho, Sebastián. Pero sí lo suficiente para que tu partida deje en
mí una amarga y triste sensación, que me conduce al recuerdo de los distintos
momentos en que pude verte vivir y luchar: Megáfono en la boca. Equis en las
manos. Ritmo y palabra fluyendo para hacer más fuerte nuestra posición en el
conflicto contra el Viejo Mundo. Con un corazón sensible y fuerte cuyos latidos
sigo oyendo en este preciso momento.
Te mató un
mercenario, un peón a sueldo, que obviamente es presentado como héroe por
los periodistas/policías que se dedican a profundizar el atontamiento masivo
sin el cual esta civilización de mierda no funcionaría ni un minuto más. Desclasados
como ése, que matan y mueren por defender al sucio símbolo que este mundo
absurdo nos obliga a necesitar hasta para poder desplazarnos por la ciudad y
respirar, el dinero, no son más que trozos de mierda humana flotando en el mar
de la dominación estatal y capitalista.
Serán barridos junto con todo lo que
defienden, y recién en ese momento podremos decir: ¡hemos vengado a nuestro
hermano, y a todos nuestros antecesores que dieron la vida en la lucha por la
liberación total!
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