Declaración política de
Haris Hadzimihelakis
Para empezar, tengo que
aclarar que este juicio lo considero un teatro más de guerra y la presente
declaración política —porque se trata de una declaración política y no de una
apología— es un acto más de enemistad, por parte del bando de las fuerzas
revolucionarias. Ya he asumido mi responsabilidad por la pertenencia a la O.R.
Conspiración de Células del Fuego. Por lo tanto, como un orgulloso miembro de
la CCF, pero también como revolucionario y anarquista, percibo la ocasión de mi
«declaración» como una tribuna para la difusión del discurso revolucionario y
del desarrollo de mis posiciones políticas en torno a la guerra revolucionaria.
Para
empezar quisiera referirme a la institución de la justicia. Desde los regímenes
feudales, en los cuales la justicia se manifestaba a través del monarca
absoluto, que poseía tanto el poder legislativo, ejecutivo y judicial, hasta
los modernos Estados capitalistas occidentales, que al adoptar la separación de
poderes inventada por Montesquieu, dividen e independizan entre sí a estos tres
aspectos del Dominio. La institución de la justicia, siendo recaudadora y
aplicadora de las leyes, constituye uno de los pilares fundamentales del
Dominio, como también una institución más de incontenible explotación y
opresión.
Está
claro que la justicia era y seguirá siendo de clase. Basta con ver como las
personas físicas que componen esta institución se enfrentan a los pequeños
delincuentes, los toxicómanos, los parias de esta sociedad, a los cuales
aniquilan condenándoles a años y años de cárcel con la misma facilidad con la
que comen su desayuno. Pero en el mismo momento en que cualquier político, juez
o empresario metido en líos —pero con doble prestigio y peso especial— no sólo
se salva intacto, sino además con una sobrante arrogancia denuncia a aquellas,
al fin y al cabo, aparentes y/o ficticias persecuciones, hechas para manchar su
reputación. Pues, en el mismo momento en que todos esos viven y prosperan
gozando un prestigio particular, 12.500 presos están amontonados en unas
condiciones que ni animales hubieran aguantado. Presos que en su mayoría están
en la cárcel debido al recrudecimiento de la violencia dentro de la misma
clase, la clase baja. Una violencia dentro de la misma clase que se está
produciendo por un lado dada la desigualdad económica que al aumentar cada vez
más infesta a una gran parte de la población y por otro al ser el resultado de
la institución de la propiedad que constituye una de las más fuertes piedras
angulares del dominio capitalista. La institución de la propiedad, su
estructura y sus particulares características llevan a la expansión de una
compleja red de comportamientos sociales y valores explotadores que abarcan por
completo el tejido social, como también una forma de pequeña autoridad, la cual
podemos encontrar en la mayoría de los sectores sociales oprimidos y que se
debe a la reproducción, desde abajo, de los modelos de comportamiento
dominantes. De este modo, como consecuencia de esta institución, surge también
el esperado sentimiento de inseguridad, que acompaña al frenesí consumista —que
es el elemento principal del mundo capitalista moderno occidental— y produce la
continua acumulación de —en su mayoría comprados por medio de créditos— bienes
materiales por parte de la pequeña burguesía. Las desigualdades económicas se
están manifestando finalmente en forma de una delincuencia entre la misma
clase. A esta delincuencia la temen los propietarios pidiendo más policía,
sistemas de seguridad y protección. En esa continua demanda por seguridad, que
de una parte contribuye a que el tejido social se vuelva más y más conservador
y de otra produce una sociedad de seguridad y vigilancia reinada por la
policía, encuentra en la institución de la justicia su razón de ser.
La guardiana voluntaria del orden existente, la
moderna diosa Temis, una harapienta y deplorable figura que asume el «sagrado»
deber de imponer el castigo a los transgresores de la ley, a los individuos que
provienen de un tejido social roto en mil pedazos. Para aclarar mi propia
posición en este punto, quiero decir que no tengo nada que ver con la pequeña
delincuencia ni con el crimen cometido dentro de la misma clase. Al contrario:
estas prácticas están a miles años de luz de mi código de valores. Y esto
naturalmente, no por respeto a la institución de la propiedad, de la cual soy
enemigo declarado, sino porque percibo la puntería como elemento básico y
estructural de cada acción. Cuando los oprimidos en vez de oponerse al sistema
capitalista, que es la fuente que produce la desigualdad, encuentran coartada
en la explotación que sufren ellos mismos y en el aislamiento al que están
condenados para luego golpear y robar, generalmente tratan a sus semejantes
como enemigos. Según mi opinión, fingen no poder ver y actúan de manera
ilusoria no pudiendo entender la verdadera magnitud del problema, los
verdaderos culpables del crimen capitalista.
Ver aquí la publicación completa: http://www.mediafire.com/view/?2f31jce63kk4q63
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