¡Oh! El noble ciudadano. Qué éxito tiene y qué riquezas acumula. Tiene familia y una sólida rutina. Ahí camina por la ciudad, va en el metro, la micro y en su automóvil. Experto en consumir información liviana y fácil de digerir,
es el primero en interesarse en asuntos que no le antañen en lo absoluto: los problemas de pobres diablos convertidos en semidioses por el hecho
de salir en TV y en revistas de poca monta, los problemas de la economía y
los deportes... y es el primero en defender su patria de quién sabe qué invasiones
e ideologías que puedan corromperla.
De todas las especies vivientes, la del ciudadano es la única que
se dirige voluntariamente hacia su muerte, hacia su extinción. Todo ser
vivo tiende a autodefenderse en caso de ser amenazada su existencia.
Ya sea m i g r a n d o , con técnicas de hábil camuflaje o con una ferocidad
temible, los seres vivos tienden a conservarse y no esperan lentamente su
muerte, aunque ésta sea inevitable.
El ciudadano hace todo lo contrario: rechaza la vida como quien
rechaza ingerir veneno, caminando de la mano de guardias y policías a la faena
en donde será descuartizado y arrojado al olvido. Pero eso no es todo:
repele con golpes y denuncias a quienes sí abrazan la vida y no se conforman
con "vegetar y transportar una masa uniforme de carne y huesos" (Di Giovanni).
No es de extrañar que esta despreciable especie ejerza el rol de
milico, soplón y policía sin recibir un centavo a cambio.
El ciudadano no se basta a si mismo, necesita de instituciones que le
protejan y lo exploten al mismo tiempo (El Estado y sus burocracias, sindicatos
y ONGs). Instituciones que tomarán sus ojos y nunca le mostrarán lo que
realmente pasa, aunque en muy pocas ocasiones esta especie quiera ver la
realidad. Si éstas no funcionan habrá quienes quieran asistirlo, pero bajo ropajes
radicales.
El ciudadano es el sinónimo del esclavo voluntario, es el prototipo
de quien se deja engañar por seres nocivos que hablan en su nombre y el del
pueblo. Es lo contrario al proletario, al revolucionario. Es quien acepta su propia
decadencia y recibe ilusiones a cambio. Es quien es capaz de donar su
vida y la de otros a cambio de un auto o un televisor, cultiva su espíritu con
literatura barata, todos productos que acabarán destruyendo
el planeta y la humanidad.
¿Qué deben hacer frente a ellos los revolucionarios,
los comuni s t a s - anarquistas? En los combates que se
nos vienen no sólo atacaremos la gran propiedad y las instituciones
visibles del Estado. Nos veremos obligados a atacar aquellas ilusiones
que hacen que el proletario quede encerrado en esa vegetativa especie
que es el ciudadano. Ya nos muestran las revueltas que se suceden frente
a nuestros ojos que no sólo deben arder los carros policiales y los grandes
comercios, sino que también deben arder ilusiones tan aparentemente inofensivas
como los carros ciudadanos.
"Con su duro pan, deberán comerse su duro desengaño". (Manuel Rojas)
(Correo Proletario, número 2, segunda época, marzo 2008)
lunes, enero 31, 2011
Los esclavos voluntarios
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