Traducción enviada al e-mail, y ligeramente
corregida
Bajo un cielo
de barrotes
"Todos y todas estamos encarcelados, ya
que una sociedad que tiene necesidad de la
cárcel, para recluir y excluir, es
ella misma una cárcel. Pero nunca será
encarcelable la alegría del sueño de
la libertad de los patrones y de sus cárceles,
la alegría de una solidaridad en lucha
"
Marco
Camenisch
Se dice que
un tonto, en lugar de mirar a la luna, se detenga a mirar el dedo que
apunta a la
misma. Sin embargo, sin querer justificar un tonto o reputarme tal, creo
que es
difícil mirar hacia el cielo cuando este se
cubre más y más de barrotes.
Decir esto
puede parecer obvio visto que la luna, desde donde estoy ahora, solo la
puedo
imaginar, pero las barras de las que hablo no sólo caracterizan la prisión,
sino son una
parte integral, en diversas formas, del entero dominante que amorba el
existente.
Una vez traspasado el velo que para alguno era de Maya, el límite entre
la así
llamada realidad social y la prisión se disuelve revelando la verdadera
naturaleza
del contexto en el que, más o menos voluntariamente de acuerdo al nivel
de la
conciencia individual, se vive. Durante los casi tres meses de cautiverio,
transcurridos
por cincuenta días en aislamiento, muchas analogías entre la sociedad
y la prisión
me han aparecido todavía incluso mas nítidas.
Para empezar,
es fácil ver la correspondencia entre el control constante operado
desde el
dominio y reservado a sus enemigos en el interior de la sociedad, o a
categorías
enteras de personas, y aquello manifiestamente destinado a los presos
dentro de las
cárceles. Por un lado, perseguir a las personas, escuchas telefónicas y
sistemas tecnológicos de vigilancia, por otro lado, la
limitación física de la
"libertad"
concretizada por la cárcel, guardias y analogos instrumentos de control.
Procesos y
técnicas de despersonalización con el apoyo de estrategias específicas y
probadas con
la presencia de sustancias listas para el uso, miradas al
aniquilamiento
selectivo de la persona existen tanto "dentro" cuanto
"fuera". El
peligro de
convertirse en esclavos de la homologación democrática hace el palo con
aquello (expresión para decir que se complementan,
n.d.t.), para el detenido, de
reducirse de
la misma manera a un número. Tanto la prisión como la sociedad se
fundan sobre
la creación y el consolidamiento de roles y jerarquías, así como de la
necesidad de
expropiar a la persona de cualquier autonomía.
Terminado por
sucumbir a todo eso, muchas veces sin ni siquiera una mencionada
resistencia,
la mayoría de los seres humanos, recorriendo a ciclos continuos de
delegas, ha
renunciado a cualquier influencia directa sobre como conducir la propia
vida. No es
casualidad que propio el delegar, en la cárcel, es la única manera, a
querer seguir
la norma, para hacer cualquier reclamación, incluso la más trivial,
para que el
prisionero pueda sentir claramente la pérdida de cualquier posible
autodeterminación.
No encuentro
diferencias significativas incluso entre la seguridad obsesionada
metabolizada
por el ciudadano, tal vez espectador eufórico (o aspirante concurrente
competidor)
del espectáculo mediático centrado sobre mirar en televisivos orificios
de las
cerraduras, a aquella inherente al funcionamiento de la prisión (cualquier
referimiento
a registros corporales, a otras prácticas degradantes y a las mirillas
colocadas en
los baños no es absolutamente casual).
Además,
queriendo disipar cualquier "prisionerismo", decepcionando a aquellos
que
todavía creen
en el binomio detenido-rebelión, pienso que dinámicas de servidumbre
voluntaria
caracterizan tanto la masa de los "libres" cuanto aquella de los
prisioneros.
Los primeros, cada vez más subordinados a todas las manifestaciones del
poder,
terminan por convertirse en gendarmes de si mismos y delatores de la conducta
de los demás; los segundos, a veces, ni siquiera
sienten la necesidad de meter en
cuestión la
prisión a la que son costrectos, y si tienen la oportunidad, pasa
también que
algunos se conviertan en colaboradores de sus mismos torturadores.
Las ciudades,
así como las prisiones, aunque teatros de fuertes contradicciones,
están
impregnados de una sumisión cada vez más arraigada y los individuos,
prisioneros o
no, en conflicto con el existente son una minoría combativa y
consciente
del real estado de las cosas. El gris de los muros tiene el mismo tono de
los edificios
de la ciudad, son estos de hecho, a ser convertidos en prisiones
siempre más
seguras.
Lager para
"extranjeros" y manicomios, además de los ordinarios centros de
detención
existen
gracias a la simbiosis con los modelos de vida destinadas a mantener el
status quo.
Propio en
estos momentos en que la eficiencia y la funcionalidad parecen haberse
convertido en
las actuales condiciones de prisionia generalizada, la reapropiación
de sí mismos
y el redescubrimiento de su irreductible individualidad se convierten
en la génesis
de la insubordinación.
Tener en
nuestros corazones el deseo que este mundo se derrumbe una vez por todas es
la utopía que
impulsa a tantos individuos y grupos, conscientes de que cada aspecto
del existente
es atacable, a concretizar la acción anarquista multiforme. Sólo de
este modo
también la solidaridad se convierte en sinónimo de acción directa,
evitando el
riesgo de quedarse reducida a una palabra como tantas otras.
En este
sentido, quiero concluir con mi pensamiento directo al compañero mexicano
anarquista
Mario López, quien resultó gravemente herido durante un ataque a las
estructuras,
que recientemente declaró que "la solidaridad es nuestra mejor arma"
Son los
ataques anarquistas, que impredecibles se suceden día tras otro en todo el
mundo, a dar
confirmación a sus palabras y a inflamar los corazones de las presas y
los presos
anarquistas. Mando un cordial saludo a los prisioneros miembros de las
CCF
procesados por
el "caso Halandri" y mi solidaridad a los investigados y
investigadas
por la "operación mangiafuoco".
Desde la sección
de alta vigilancia del cárcel die Alessandria, agosto 2012
Giuseppe Lo Turco
individualidad anarquista prisionera
para escribirle:
Giuseppe Lo
Turco
Carcere San
Michele strada Casale 50/A
15122 Alessandria
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