Hoy día, a casi 4 años de que comenzara en contra nuestra una cacería sin límites ni fronteras. Cuando el estado a través de su Pdta. (M.B), de sus ministros de sus verdugos institucionales ( José Bernales. Rodrigo Reveco, A. Montes), de su brazo comunicacional, su prensa, construía la imagen de una banda criminal, haciéndonos calzar en ella, para así poder acusarnos, enjuiciarnos y condenarnos previamente, allanando el camino para asegurar y legitimar frente a la comunidad el aniquilamiento físico de cada uno de nosotros, de 4 personas que se ajustaban cumpliendo con el perfil para ser demonizados, todos enemigos declarados del Estado.
Mucho se habló y dijo de nosotros, y nuestra historia, frente a eso la única verdad dicha fueron nuestros nombres y nuestra condena a muerte; y en este punto vale la pena no detenerse pero si aclarar de forma simple lo siguiente: nos hacemos cargo de nuestra opción de lucha consiente y con ello de nuestra historia, amantes de la vida, inclaudicables seguidores de sueños de hombres despiertos y luchadores irrenunciables por la felicidad, por lo tanto si nos buscan para ejecutarnos, quietos no nos vamos a quedar.
A 4 años de ser condenados política, judicial, mediáticamente, donde el estado no escatimo en esfuerzo y recursos humanos, financieros y técnicos con el fin de lograr un único objetivo: aniquilarnos, donde además se evidencio que el ADN del antaño plan cóndor aún sigue vigente, con el nombre de cooperación internacional policial en materias de narcotráfico y de terrorismo, y así el derecho penal internacional no existió, se nos negó solicitar refugio humanitario, se nos sometió a la expulsión y al mismo tiempo a la extradición, solicitado por la Justicia Militar del estado chileno, finalmente fuimos moneda de cambio para ambos estados (chile-Argentina), entregados en frontera, para ser formalizados por la justicia Civil y militar, una contradicción no menor contemplando que el sometimiento de civiles a la justicia Militar por parte del estado Chileno, fue motivo de más de una queja por parte de la CIDH.
Desde que fuimos devueltos a este territorio llamado chile, hemos sido sometidos al régimen de la máxima y alta seguridad, hemos sidos testigos al mismo tiempo de cómo el poder judicial se jacta de un garantismo inexistente, donde la paradoja dice que “ somos culpables sin derecho a demostrar lo contrario” y donde además se evidencia que las famosas pruebas irrefutables no son tales, después de casi 4 años la investigación sigue abierta y se funda en la declaración de una persona, esta declaración vigilada y monitoreada por la policía uniformada por medio de la dipolcar, os9, sip y labocar, que insertan en el sitial de las pruebas científicas, que son la fortaleza del juicio oral; al mismo tiempo que las pericias de objetos que sí podrían detentar dicho carácter científico, han sido intencional y repetidamente, manipuladas, transportadas, inducidas; ni el ministerio del interior, ni los bancos querellantes, y ni siquiera las policías tienen los elementos necesarios para condenarnos, y esto simplemente porque no existen.
Difícil resulta para nosotros hablar su lenguaje del poder, que obviamente no es el nuestro y jamás lo será, difícil resulta debatir los términos culpable/ inocente, y toda la terminología legalista que solo busca la prisión infinita de nuestros cuerpos. Sin embargo tenemos la fuerza de nuestra memoria y de nuestra historia vivas, que fundan nuestra certeza: en Chile existen amplios privilegios en poder de la clase dominante, lo que les permite ejercer sus derechos constitucionales así como también violar impunemente las leyes cuando sus intereses lo ameriten, tenemos la memoria fresca de los atropellos contra la humanidad cometidos por los militares en nuestro pasado más reciente y que nunca fueron sometidos a juicios ni castigo, del mismo modo tenemos la memoria fresca de nuestros caídos, los de ayer en el Estado militar y los de hoy en el Estado demócrata, Claudia, Alex, Matías, Rodrigo, Manuel, no los olvidamos, así como tampoco olvidamos la impunidad de sus ejecutores, e incluso las condecoraciones recibidas por sus perseguidores, al finalizar las matanzas. Jóvenes, estudiantes, trabajadores, peñis en resistencia, pobladores, todos ellos perseguidos, todos ellos asesinados. Por todos ellos y por nosotros:
¡Mientras exista miseria habrá rebelión!
¡Abajo las cárceles del Estado terrorista!
¡Presos en resistencia a la calle a luchar, ahora!
Marcelo, Freddy y Juan.
CAS, Santiago de Chile, septiembre Negro 2011
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