Sobre la participación de los “radicales” en las marchas ciudadanas
Dejando de lado la falsa polaridad social/antisocial de la cual ya hemos hablado en otras ocasiones, la presencia de individuxs con un posicioanmiento radical en la seguidilla de marchas “ciudadanas” contra Hidroaysén, estudiantiles, 21 de mayo, etc. ha sido un hecho real. Así lo ha demostrado la propaganda difundida en algunas marchas y las expresiones de violencia contra la policía, el inmobiliario urbano y los símbolos de la dominación (bancos, locales de comida basura, empresas, etc). De inmediato dejamos claro que no concebimos las marchas como la única expresión de la revuelta ni la única instancia de difusión y acción revolucionaria, pero nos es necesario difundir nuestra posición algunas dinámicas presentes en el desarrollo de estas manifestaciones masivas. Sin embargo, no gastar demasiado tiempo ni espacio análisis extensos o abstractos. Hay mucho por hacer.
Nuestra proyección revolucionaria y su contacto con el reformismo ciudadano.
La presencia de los revolucionarios (anticapitalistas varixs, anarquistas, antiautoritarios, etc) en movilizaciones masivas con demandas particulares no es algo nuevo. Desde los tiempos de Bakunin, Kropotkin y Malatesta en Europa, pasando por Severino y Rosigna en Argentina y recordando a las VOP en Chile, el accionar revolucionario ha expresado sus posiciones radicales con la palabra y el acto, dentro y fuera de los contextos y demandas particulares de las luchas de lxs oprimidxs, intentando trascender la acción hacia un escenario mayor de enfrentamiento con el orden social. Eran los tiempos en que existía algo de conciencia de clase entre lxs explotadxs y la organización para mejorar las condiciones de vida era algo recurrente.
A pesar de ello, la ideología dominante ha logrado continuamente penetrar en las masas, causando que las ideas y formas de lucha más radicales sean condenadas en algunos medios obreros y grupos políticos de izquierda (incluso por ciertas organizaciones anarquistas que intentan desmarcarse de la violencia revolucionaria)… Todo esto ha pasado a través de la historia y hasta el día de hoy continua pasando con los matices propios del actual contexto de dominación (retroceso evidente de las dinámicas de lucha clásicas del movimiento obrero “clasista y popular”, penetración de la ideología capitalista en la vida cotidiana de explotados –que ya no se reconocen como tal-, una oposición radical activa con dinámicas informales distintas a la tradición marxista leninista de nuestro pasado reciente, y una oposición masiva pero ficticia de movimientos ciudadanos legalistas, entre otras cosas).
Para nosotrxs, que nos reivindicamos como antiautoritarixs, la radicalización del conflicto con el poder es un objetivo indispensable que parte en nuestras vidas como una tarea individual de cada revolucionarix, pero también se proyecta hacia el resto de individux que nos rodea, con miras a la agudización del conflicto social contra los dominadorxs. Nuestra postura es que la revolución es una revuelta permanente que se desarrolla en el presente y no en un futuro idealizado.
Por esto, cuando estalla un conflicto particular emanado de la dominación capitalista, la presencia ácrata en cuanto a mensaje y acción se vuelve un elemento válido difundiendo las ideas que nos mueven a luchar (no para que sean del gusto de la gente, sino que viéndolo como una forma más de acción propagandística) .
Por ejemplo, al expresar que la dominación sobre nuestras vidas y sobre la naturaleza se expresa en múltiples formas (como el trabajo asalariado, al educación para la obediencia, la devastación medioambiental, etc.), las cuales es necesario combatir no como un elemento aislado sino como parte de una totalidad de relaciones y estructuras de poder que impiden nuestra libertad.
Lo importante es apuntar a que de cada particularidad dentro del sistema se cuestione, critique y ataque, con las ideas y los hechos, a la totalidad dominadora, desbordando el legalismo, proponiendo la lucha radical (en sus múltiples expresiones) como medio de liberación individual y colectiva y difundiendo los valores antiautoritarios y la vida en libertad como el motor y fin de nuestras acciones. Parece fácil decirlo, pero la práctica real a veces no se muestra como el campo de batalla que imaginamos. A pesar de ello, la voluntad creativa y combativa puesta en acción es el mejor terreno para el aprendizaje revolucionario.
La nueva policía ciudadana, su accionar reaccionario y la falsa oposición al sistema.
El concepto de ciudadanía nace a partir de la conformación del Estado Moderno, capitalista y democrático, con la revolución burguesa de Francia y las ideas ilustradas a fines del siglo XVIII. El/la ciudadanx es aquel/la que ha cedido la administración de su propia soberanía individual a los organismos estatales que ordenan su vida. Puede manifestar su descontento, pero sin romper el pacto social que le ata con el poder. Si desborda su rol, se vuelve para el Estado un objetivo a reprimir y eliminar. Esta es la carga histórica, social y legal que ata al concepto y la practica de la ciudadanía.
En el contexto actual, las marchas estudiantiles y contra Hidroaysén han evidenciado el verdadero rostro de la ciudadanía. Un ciudadano protesta dentro de los márgenes impuestos por la legalidad, critica a los políticos porque no gobiernan bien el país (pues no se cuestionan que todo gobierno es opresor); se victimiza ante violencia policial porque el/ la ciudadanx cree que la policía esta al servicio de la comunidad; pero ante todo, el/la ciudadanx es intolerante con las expresiones de lucha más radicales utilizando las definiciones que el Estado y la prensa difunden para calificar a los rebeldes.
Asi, la masa ciudadana marcha tras una consigna simple como corre detrás del último producto en el Mall. Consume un discurso reformista igual que traga la comida chatarra. Finalmente, los intereses de fondo no son tocados, la microlucha evidencia su lado más patético y luego de la pequeña tormenta todo vuelve a la normalidad.
Por su parte, lxs dirigentes ciudadanxs satisfacen su ego pastoreando borregos que repiten sus planteamientos como los únicos validos dentro del conflicto particular que les mueve. De ahí a la conformación de policías estudiantiles y ecológicos para contener a la lucha callejera solo ha habido un paso del cual hoy somos testigos.
Punto aparte son los partidos políticos que hacen presencia en las calles con el objetivo de limpiar su imagen, publicitar sus orgánicas autoritarias o simplemente figurar como oposición al actual gobierno. Políticos de
Sobre lxs “exaltadxs”, infiltradxs y encapuchadxs.
Constantemente desde el poder y policía ciudadana se condena a quienes radicalizan la protesta social. Se le tildan de infiltrados, tratando de imponer como única forma de manifestación callejera el carnaval ciudadano carente de conflicto. El capital logra recuperar la oposición ciudadana y fortalecer la ideología de la obediencia, mostrando a los “exaltados” como sujetos que no viven la misma realidad de todxs, imponiendo la posición ciudadana como la única forma de manifestarse, una postura que ilusiona a la gente con una participación que en realidad es ficticia, dirigida y alienada, donde el/la individux actúa como parte de la masa y no como un/a sujetx autonomx.
Sabemos que la sociedad no es un cuerpo uniforme y que dentro de ella nosotrxs no nacimos revolucionarixs, sino que decidimos asumir una posición ante la realidad de injusticias y contradicciones con la que esta vida nos puso en contacto. Pero esto no nos vuelve unos iluminados ni nos interesa ser una vanguardia.
Por eso nuestras ideas y accionar pueden apuntar a confrontar a las personas con sus valores funcionales al sistema de opresión que genera cada una de las pequeñas y grandes injusticias con las que se enfrenta una y otra vez. Podemos también dirigirnos a quienes optan por cubrir su rostro y manifestar violentamente su rabia contra el sistema. Podemos incentivar la acción directa, clarificar quien es nuestro enemigo (lxs poderosos que intentan dominar la vida) y darle una proyección revolucionaria a cada momento de confrontación con el poder. Podemos hacer muchas cosas, dentro o fuera de las marchas, con o sin efervescencia social. Podemos hacer propaganda para frenar a la policía ciudadana. Podemos hacer muchas cosas. Lo importante es HACER y evaluar los pasos que damos.
Somos violentos con el orden social que intenta aplastar nuestra libre determinación. Pero la violencia no es nuestro fin ni hacemos de la destrucción un nuevo fetiche. La violencia es tan parte de la vida como también lo es el amor y la armonia. Lo importante es evidenciar que en esta vida existe un conflicto latente que amerita tomar posiciones. El poder quiere eliminar todo rastro de rebeldía y apunta al control social total. Nosotros deseamos vivir en libertad, creemos que es posible y luchamos por ese objetivo con todos los medios a nuestro alcance, avanzando en el desarrollo de nuestras cualidades como revolucionarixs antiautoritarixs y apuntando a que más gente se rebele y se libere a sí misma (o que por lo menos deje de condenar a quienes ya hemos comenzado a liberarnos).
Sin Banderas Ni Fronteras
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