jueves, julio 13, 2006

SOBRE LAS LUCHAS ACTUALES EN MEXICO


(N. de R.) No todo es circo electoral en México. No todo es zapatismo, municipalismo libertario o juntas de buen gobierno (¡como si algo así pudiera existir en alguna parte!). Los principales conflictos sociales no pasan por las marchas ultra mediatizadas del subcomandante Marcos y la guerrilla desarmada. Y no todos están imbecilizados por el mundial de fútbol.
Grandes luchas estremecen hoy al estado y al capital en México. En Atenco y en Oaxaca por nombrar los lugares más destacados, los proletarios se han lanzado a la calle a luchar contra todo lo que los explota y oprime (¡contra todo lo que nos explota y oprime como la clase internacional que somos!), enfrentándose a la feroz represión de la policía y demás fuerzas estatales. Desde aquí saludamos a nuestros hermanos de clase de esa zona del mundo, difundiendo sus panfletos y recordando que la mejor solidaridad con ellos consiste en impulsar la lucha contra "nuestra" propia burguesía.



Solidaridad con la revuelta de Atenco
Coordinadora Insurreccional Anarquista (C.I.A.)
No tenemos porque mentir. No tenemos porque ocultar los sentimientos de placer y alegría que nos provoca la revuelta de l*s oprimid*s y excluid*s. El placer del resplandor del fuego antagonista, la alegría del vuelo indómito de los cócteles molotov, el goce de los machetes insurreccionales al viento , el deleite del zumbido alegre de las rocas reventando contra los escudos y los cascos de los guardianes lacayos del Estado-Capital.
No podemos decir que nos indignó ver chocar los palos, los puños y las botas de l*s oprimid*s y excluid*s contra los cuerpos inertes de sus represores ¡No! La cólera desatada de l*s oprimid*s y excluid*s inundó de júbilo nuestros corazones.
Tampoco tenemos porque callar nuestra satisfacción al ver rebasado el discurso contenedor de los líderes y los llamados a la “cordura” y el reiterado “no caigan en la provocación” de estos patriarcas vividores de las organizaciones clientelares, eufemísticamente llamadas “organizaciones sociales”.
Sin duda, el mensaje de Atenco está claro, aún para aquell*s que se niegan a escucharlo y para quienes sueñan con sacar provecho de los hechos: la insurrección puede extenderse como el fuego en la pradera.
La revuelta vuelve a ser una herramienta, el arma sin par y sin tacha de l*s oprimid*s y excluid*s, ante la sorpresa atónita de los maquillistas de la sociedad del espectáculo, de los especialistas en ocultar y camuflar la realidad, de los vendedores de ilusiones y esperanzas. Una vez más, los titiriteros no pudieron mover a tiempo los hilos ocultos que frenan los deseos insurreccionales de l*s oprimid*s y excluid*s. La extensión de la lucha y su potencia, comprobó que la revuelta no es cosa del pasado y que se puede abandonar la resignación, la alienación y la espera por “el paraíso prometido” y convertirse en la peor pesadilla del poder, en la alegre dinamita que haga reventar, aquí y ahora, al Estado-Capital.
Sin embargo, no nos hacemos ilusiones. Conocemos las divisiones que el Estado-Capital ha impuesto a l*s oprimid*s y excluid*s y, los límites que estas representan a la hora de extender la lucha y conducirla hacia la insurrección generalizada. Por eso, much*s oprimid*s y excluid*s no se identificaron con la revuelta de Atenco. No sintieron suya la rabia colectiva ni se reconocieron en la alegría del fuego antagonista. Por el contrario, se unieron al miedo del orden burgués y a la histeria de los medios telemáticos pidiendo “mano dura” contra sus herman*s de opresión.
Pero esto, por otra parte, no niega la capacidad de confrontación sediciosa y la potencialidad insurreccional de l*s oprimid*s y excluid*s, forzad*s a autodefenderse de las constantes embestidas del Estado-Capital.
La revuelta de Atenco, sin duda, afirmó el desprecio por el Estado-Capital y sus representantes y guardianes. No obstante, esta afirmación nos lleva a la necesaria reflexión sobre el desarrollo de la confrontación. Para fraguar de manera individual y colectiva la insurrección revolucionaria en el tenor de la guerra social, es imprescindible analizar el movimiento real, sus límites y los intereses en conflicto.
L*s floristas de Atenco, no iniciaron la revuelta contra el Estado-Capital, conscientes de su condición de oprimid*s y excluid*s ni con la intención de propagar la confrontación para convertirla en insurrección generalizada, sino como “pequeños comerciantes”, como “ciudadanos” iracundos en defensa de sus “derechos”; del “derecho al trabajo”, del “derecho al sustento”, del “derecho a la supervivencia”, contra la amenaza de desalojo por parte del gobierno municipal de extracción perredista. Y es aquí, más allá de la represión, donde verificamos los límites de la revuelta en los propios límites de los oprimid*s y excluid*s. Pese a ello, l*s oprimid*s y excluid*s de Atenco, forzados por el ataque de las fuerzas represivas y como resultado del natural antagonismo, rebasaron la súplica petitoria y el discurso ciudadano de “exigencias” y “condenas”, dando rienda suelta a la confrontación antagónica.
Esto, definitivamente, arroja una importante diferencia cualitativa con el resto de las protestas ciudadanas, sindicalistas, estudiantiles, partidistas, indigenistas, etc., que hemos venido presenciando en los últimos años.
Rebasar la súplica petitoria y el discurso ciudadano de “exigencias” y “condenas” y, reconocer el carácter antagónico y autónomo de nuestros intereses como oprimid*s y excluid*s frente al Estado-Capital es el primer paso para la extensión de la lucha. Sin embargo, conocemos el papel de freno que juegan las “organizaciones clientelares de masas”, los partidillos de vanguardia y demás pandillas lenininistas (incluidos los reformistas armados) a la izquierda del Capital y su misión recuperadora, empeñada en canalizar el antagonismo social en largas y tediosas marchas de borregos “exigiendo” de manera pacífica reivindicaciones parciales que le permiten convertirlas en agua para su molino, es decir, en el acarreo del antagonismo social hacia la construcción de un nuevo Estado, de una nueva explotación, de una nueva opresión y no hacia la destrucción del Estado, hacia la abolición definitiva de la explotación, hacia el fin de la opresión.
Consideramos que l*s oprimid*s y excluid*s en el transcurso de la guerra social tenemos la obligación de expropiar todo lo que se han apropiado los opresores y explotadores y, la necesidad de destruir todo lo que nos oprime y explota: el trabajo, la mercancía, la acumulación y los medios de producción. Por eso, llamamos a golpear donde duele, convocamos a abandonar la muerte y dar comienzo a la alegría, a vivir la anarquía, de lo contrario, somos tan cómplices del espectáculo y tan continuadores de esta sociedad de muerte como el policía, el torturador, el burócrata o el líder sindical.
El Estado-Capital se ha perpetuado a través del monopolio de la violencia. Ya sea mediante la violencia de las armas y los macanazos o la violencia cotidiana del modo de producción y el trabajo asalariado. El terrorismo que ejerce el Estado-Capital, en complicidad con los medios telemáticos de enajenación, con el consenso democrático de la “sociedad civil” a favor del imperio de “la paz social” se verifica en todos los rincones del planeta. Es por ello, que en Atenco no se hizo esperar. La represión golpeó con todas sus fuerzas y encerró en sus mazmorras a más de 200 luchadores.
Las cárceles y centros de “readaptación” y de “reeducación” social, han estado históricamente destinados a encerrar y castigar a tod*s aquell*s que se enfrentan a la opresión y la explotación y no aceptan las reglas del juego impuestas por el Estado-Capital. En la actualidad, las prisiones de la clase dominante internacional, rebasan el cupo de pres*s “sociales” y “polític*s”. Millones de oprimid*s en el mundo se encuentran encarcelad*s en condiciones infrahumanas por haber roto las reglas. Miles de “pres*s polític*s” subsisten en calabazos de máxima seguridad o en regímenes de aislamiento por confrontar de manera consciente al sistema de opresión.
Sólo para corroborar lo anterior, tenemos los ejemplos de los Estados Unidos de América, con más de 2 millones de pres*s en cárceles a lo largo y ancho de su geografía y, el Estado español, con 50 mil prisioner*s.
En México, se encuentran hacinad*s[1] en 446 “Centros Penitenciarios” 215 mil pres*s, sin contar l*s que están en situaciones procesales, libertades condicionales, pres*s en centros de rehabilitación de menores y, l*s emigrantes (centro y sudamerican*s, haitian*s, african*s y asiátic*s) encerrad*s en los centros de detención del Instituto Nacional de Inmigración.
El Estado-Capital, a través de sus constituciones y códigos penales, civiles y procesales (ratificados con el voto y el consenso democrático) ha impuesto a l*s oprimid*s y excluid*s un sistema correccional que incluye el castigo físico, la privación de libertad y la pena de muerte (según el Estado en cuestión), ensañándose de manera especial con l*s denominad*s “pres*s polític*s”.
Hoy en día, verificamos este ensañamiento en carne de nuestr*s compañer*s anarquistas pres*s en combate contra el Estado-Capital. Encerrados en las mazmorras yanquis (l*s comapeñer*s Ojore Lutalo, Ted Kaczynski, Jeffrey Luers, Bill Dunne, Larry Giddings, Chelsea Gerlach, Daren Thurston, entre otr*s), en las prisiones del Estado español (l*s compañer*s Carolina Forné Roig, Igor Quevedo, Joaquín Garcés, Claudio Lavazza, Giovanni Barcia, Santiago Cobos, Ibal Hederá, Manuel Perales, Francesco Gioia, Rubén Masmano, Rafael Tomás Gaspar, entre otr*s), en las cárceles del Estado italiano (l*s compañer*s Salvatore Signore, Severino Pellegrino, Constantino Ragusa, Silvia Guerini, Federico y Giuseppe Bonamici, Marzio Muccitelli, Giuliano Marchetti, Soriano Marcucci, Benedeta Galante, Francesco Portu, Gabriele Onofri, Marco Ferruzzi, Máximo Leonardo, David Santini, Simone Del Moro, Claudia Cospito, Stefano del Moro, entre otr*s), en la penitenciaria en Suiza (el compañero Marco Camenish), tras las rejas en Alemania (los compañeros José Fernández, Gabriel Pombo, Bart de Geeter y, Thomas Meyer-Falk, entre ot*s) y en los calabozos de Turquía, Grecia, Polonia, Irlanda, Canadá, Bélgica, Gran Bretaña, etc.
Asimismo, confirmamos el enseñamiento del Estado-Capital a través de sus centros de privación de libertad y sus regímenes de exterminio contra l*s luchadores sociales en otras partes del mundo, como en Chile, donde Patricia Troncoso y demás pres*s mapuches en huelga de hambre se disponen a morir antes de continuar siendo rehenes de la clase dominante.
Igualmente, reconocemos este ensañamiento contra l*s oprimid*s y excluidos de Atenco, pres*s, ultajad*s, violad*s y golpead*s salvajemente por el enemigo. Por eso, haremos lo que sea necesario para sacarl*s de las mazmorras de la burguesía, sin importar que entre ell*s aún haya much*s que sueñen esperanzad*s con “cauces legales”, “derechos”, constituciones más humanas y demás migajas que el Estado-Capital otorga a l*s obedientes.
Reconocemos en las cárceles una de las armas más poderosas del Estado-Capital en la guerra cotidiana contra l*s oprimid*s y excluid*s por implantar el imperio de la paz social, imprescindible para el buen funcionamiento de la sociedad del espectáculo.
En este contexto, no nos sorprende ni extraña el endurecimiento de la represión y la persecución contra todo embrión de rebeldía y antagonismo social. Es inherente al sistema la represión y la disuasión mediante el terror, de ahí la larga lista de castigos, torturas y vejaciones reservadas para tod* aquel/aquella que no agacha la cabeza ante el Estado-Capital.
Por eso, nuestro llamado a la solidaridad con l*s pres*s de Atenco y con tod*s l*s pres*s del mundo no se limita a mendigar su “libertad” ni a clamar por su “inocencia” ni hacer apología por sus organizaciones y/o las diferentes tendencias ideológicas que l*s reclaman y se disputan su representación y defensa. NO, nuestro llamado a la solidaridad con l*s pres*s es el llamado a extender la guerra social, el llamado a abandonar el pacifismo reformista y las marchas de borregos y los pliegos de súplicas petitorias.
Al apoyar las luchas por l*s pres*s, asumimos como objetivo la demolición de todas las prisiones impulsando la insurrección como una única forma de hacer saltar en pedazos todas las instituciones de esta sociedad de muerte. Como versa la Contribución al debate sobre la Internacional Antiautoritaria Insurreccionalista y algunas aclaraciones para l*s compañer*s pres*s: "... luchamos por la destrucción de todas las cárceles. Para nosotr*s l*s rebeldes y anarquistas no es ningún slogan vacío de sentido y contenido o algo sobre lo que hay que teorizar. Si pudiéramos dinamitaríamos todos los muros sin titubear y sin preocuparnos por las inquietudes de l*s bienpensantes y sus seguidores."
Como anarquistas insurreccionalistas, conocemos que nuestra tarea es la destrucción total del Estado-Capital, por eso invitamos e incitamos a desbordar el discurso reformista suplicando “libertad” y reclamando “justicia” y exhortamos al ataque frontal contra todo lo que nos oprime.
¡Qué viva el resplandor del fuego antagonista, la alegría del vuelo indómito de los cócteles molotov, el goce de los machetes insurreccionales al viento, el deleite del zumbido alegre de las rocas reventando contra los escudos y los cascos de los guardianes lacayos del Estado-Capital!
Coordinadora Insurreccional Anarquista (C.I.A.)México, Planeta Tierra, 15 de mayo de 2006
Solidaridad con la revuelta de Atenco.
Por los presos de Atenco y todos los presos “políticos” y “sociales” del mundo.
Por la destrucción de las cárceles.
Por la extensión de la guerra social.

[1] En 1998, con 116 mil prisioneros en 442 cárceles en el país, se denunciaba un 16% de sobrepoblación penal. En la actualidad con más de 215 mil presos y con cuatro nuevas cárceles con cupo para 700 reclusos ¿en cuánto se ha incrementado el hacinamiento?

"La perspectiva violenta, la acción directa gestionada desde la base, el sabotaje, no son actos "más a la izquierda" que cualquier otro que esté "a la izquierda"; son elecciones determinadas que dicta la autonomía de los intereses, elecciones en las cuales la presencia anarquista activa tiene una grandísima importancia". A. M. Bonanno.

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