La naturaleza una vez mas pone de relieve la fragilidad de la existencia humana bajo las garras del capital. El gran ser vivo que es la tierra se ha remecido para recordarnos que no somos mas que uno de sus componentes y que nuestra única preocupación real es mantenernos con vida. Al tacho de la basura se van en esos momentos las ilusiones de progreso, de obtener dinero y felicidad plástica a través del consumo insaciable de mercancías y la voluntad de acomodarse entre las jerarquías de la sociedad.
Comprendiendo instintivamente esto, el proletariado que reside en las zonas más afectadas por el terremoto ha salido a las calles a tomar lo que necesita. Eso es lo que realmente teme la burguesía en estos momentos, que los explotados de siempre, esos que se ven como respetables esclavos con uniforme de trabajo, manchados de grasa o con los ojos quemados por mirar la computadora, se den cuenta realmente de la oposicion irreconciliable entre las necesidades humanas y la sed irrenunciable de ganancia económica de parte de los jefes de este mundo. Esa es la única razón por la cual el Estado ha llenado la zona de milicos y de policía. O acaso alguien piensa que al Estado le preocupa la vida de quienes por años han sido confinados a vivir en barrios-basura, se les ha quitado la tierra para entregar a trasnacionales o terratenientes o simplemente se les ha negado la misma supervivencia dentro del sistema? Si la preocupación fuese la entrega justa y ordenada de alimentos y artículos de primera necesidad, sería necesario el toque de queda y los 7000 desclasados de uniforme enfierrados hasta los dientes que disparan al primero movimiento que no les guste? Estarían los supermercados y galpones cerrados con guardias armados que matan a cualquiera que ofenda a sus amos?
Alguien podrá decir que la situación es lamentable, pero que la presencia de la chusma armada es necesaria para defender a la población de los saqueadores de casas, de pequeños almacenes, de ladrones domésticos, etc. Esa es uno sola apariencia, lo que importa acá es resguardar la propiedad de los que por años han esclavizado hombres, mujeres, niños y naturaleza.
Estamos lejos de justificar los saqueos a casas y viviendas, pero es que esa guerra entre proletarios ha sido la tónica permanente del capitalismo y de un día para otro las cosas no pueden cambiar. Esa misma competencia violenta por el acceso a la mercancía y un grado más cerca de la autoridad y el poder ha sido lo que de niños se nos ha enseñado, lo que nos han obligado a aprender. Nuestra clase que representa la unificación de la humanidad en una sola gran pena que es la esclavitud asalariada y el sometimiento a las necesidades de la economía actúa desunida contra un monstruo que representa la separación y la guerra entre intereses comerciales, pero que actúa como un sólo puño contra quienes solo pueden perder sus cadenas. Nuestra unificación existe siempre en potencia. Un ejemplo claro de esto es la tendencia a la autodefensa de una parte de nuestra clase que corta las calles y controla su territorio, tendencia que por el momento es desviada por la policía hacia una lucha contra la delincuencia (a secas), enfrentando una vez mas unos proletarios contra otros. Lo mismo con los saqueos, pese que a veces puedan dar forma a un comercio mafioso-informal (opuesto al mafioso-formal que paga impuestos y roba con la ley de su lado). La oposición entre proletariado y capital no es en absoluto ideal, aunque en ciertos momentos los protagonistas tengan conciencia de lo que están haciendo, sino que material.
La propia existencia de una protesta por las necesidades básicas que llega a veces a abrazar la libertad más absoluta y pone todo en cuestión (autoridad, propiedad, religión), en la medida que rompe con las lógicas del sistema es un ataque a las normas del capital. No es un conocimiento teórico, lo que pondrá fin a esta salvaje competencia entre esclavos, sino el colapso y desenmascaramiento mismo del sistema lo que trae un reconocimiento de esta misma lucha. Obviamente, como la vida misma, esta lucha por la conciencia de los hechos y por la emancipación comprende una tensión permanente entre lo que hoy somos y lo que llegamos a ser. Esta misma tensión comprende cuando el proletariado es presa de lógicas mafioso-policiales o es arrastrado detrás del reformismo o el conservadurismo y cuando abraza el caos dando posibilidad de revuelta y revolución comunista-anarquista. Los anarquistas y revolucionarios no somos ningunos iluminadores de las masas enceguecidas, simplemente somos producto de una realidad que entre muchas cosas engendró rebeldes, refractarios y revolucionarios.
Es muy probable que el Estado-capital restablezca el orden y en unos meses más, todos volvamos a la gris mierda iluminada por la prensa de farándula, las declaraciones políticas que los reconstructores del país se llenen una vez más los bolsillos con nuestra desgracias, pero es seguro que cada vez más proletarios almacenan una experiencia más de derrota y de furia contra este mundo reconociendo de donde vienen las miserias a las que son sometidos. Cada vez irán menos personas a votar y quizá muchos ya no sientan ganas de entonar el himno nacional y quien sabe si otros varios se animarán a juntarse y provocar el terror a la sociedad burguesa. Mientras, quienes ya no creen en los vanos placeres-desgracias de este mundo seguirán vagando y agitando a través de la tierra la única certeza real que tenemos de que no hay futuro bajo el mando del capital.
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