Ninguno me puede juzgar
Tampoco tú
La verdad te hace daño, lo sé
- C. Caselli
Tampoco tú
La verdad te hace daño, lo sé
- C. Caselli
Pocas
palabras para afirmar algunos sencillos datos de facto antes de que la “verdad”
se establezca en el proceso judicial; por si no quedara claro, el término
“verdad” lo he usado con un sentido irónico, de hecho, no reconozco ningún
tribunal fuera de mi conciencia. Los únicos responsables de lo sucedido en
Génova el 7 de mayo de 2012 somos Alfredo y yo. Nadie más, ni amigxs ni compas,
estaba al corriente de lo que estábamos planeando y, por tanto, de lo que
realizamos. Por mucho que escavéis en nuestras vidas y en nuestras relaciones
para encontrar otrxs cómplices del “crimen”, no podréis demostrar lo contrario,
obviamente, lo intentaréis, pero en tal caso se tratará de falsedades y del
intento de incriminar a cualquier enemigx de lo existente. Entiendo que para
quienes han dedicado su vida a servir a la autoridad no es fácil rendirse a la
idea de que dos individuos, armados solo son su determinación, puedan intentar
encasquillar los engranajes del sistema tecno-industrial, en vez de contribuir,
disciplinadamente, a hacerlo girar, pero las cosas son simplemente así. Después
de pasar años asistiendo a la sistemática destrucción de la naturaleza y de
todos los aspectos que hacen que la vida valga la pena vivirla, obra del nunca
demasiado alabado desarrollo tecnológico. Años transcurridos siguiendo con
interés, pero siempre como espectador, las experiencias con las que lxs
rebeldes que, aun en este mundo que parece pacificado, siguen levantando la
cabeza para afirmar la posibilidad de una vida libre y salvaje.
Tras el
desastre de Fukushima, cuando Alfredo me propuso que lo ayudara en la
realización del acción contra el ingeniero Adinolfi, acepté sin dudar. Por fin,
podía manifestar mi rechazo al sistema tecno-industrial, sin tener que
participar en protestas simbólicas que, en demasiadas ocasiones no son más que
manifestaciones de impotencia. Nadie con un mínimo de sensatez puede
ilusionarse con el éxito de un referéndum o que las canalladas de un gurú de la
economía verde puedan borrar, hasta solo, los aspectos intrínsecamente más
nefastos del mundo en el que estamos obligadxs a vivir. Está ante las narices
de quien quiera verlo que Finmeccanica, con su producción continua y controlada
de armas de destrucción masiva, simplemente lo hace fuera de las fronteras italianas,
como si la radiación respetase esas infames barreras. En Rumanía (Cernavodă,
desafortunada localidad, conocida principalmente por los incontables incidentes
acaecidos en la central), Eslovaquia y Ucrania, solo por citar las inversiones
más recientes y directas, Ansaldo Nucleare continúa sembrando muerte y
contribuyendo a la destrucción de la naturaleza. Como debería resultar
evidente, con otras 190 centrales nucleares solo en Europa, el problema no es
preguntarse si puede darse otro Chernobyl o no, sino cuando pasará. Y como si
con esto no bastase, no debemos olvidar que estas monstruosidades no solo matan
cuando están en funcionamiento, sino más bien con sus residuos. Se transportan
de un lado para otro de Europa sin que nadie sepa realmente qué hacer con
ellos. Los de las centrales italianas, cerradas desde hace décadas, se han
transportado a Francia para ponerlos en “seguridad”: extraen combustible para
alimentar otros reactores y, también, algunos kilitos de plutonio que solo se
puede usar para constuir bombas (cabe recordar que cuando se habla de nuclear,
no se diferencia entre uso civil y militar), después nos las devuelven
peligrosas, más o menos, como antes. En este sentido, quizás, alguna cosa harán
los americanos con el uranio trasladado este verano a los EE.UU., en gran
secreto, desde un depósito de residuos en Basilicata (provincia al sur de
Italia).
Podría estar
horas hablando de los daños y la destrucción causada por la nuclear, dar
innumerables ejemplos, recordar lo que está pasando en Fukushima (donde, según
alguno, ningún muerto era atribuible a la central…), pero no estoy aquí para
dar justificaciones. La nuclear es quizás el elemento de este mundo civilizado
donde la insensatez y la monstruosidad del sistema tecno-industrial la puede comprender
cualquiera, pero tenemos que darnos cuenta de que, en el altar del desarrollo
tecnológico, estamos sacrificando todos los espacios de nuestra libertad
individual y de la posibilidad de vivir una vida realmente digna de vivir.
Ahora depende de cada unx de nosotrxs decidir ser súbditos obedientes o
intentar vivir, aquí y ahora, el rechazo a lo existente. Yo he tomado mi
decisión, con alegría y sin remordimientos.
Nosotros
saldremos de aquí calificados de terroristas, lo gracioso es que podáis decirlo
sin sentiros ridículos: lo dice el código penal. Lo que es seguro es que las
palabras ya no tienen ningún significado; si nosotros somos terroristas, ¿cómo
definiríais a los que producen armas, sistemas de focalización de misiles,
drones, caza-bombarderos, equipos para cazar a las personas que intentan cruzar
una frontera, centrales nucleares, que trata a la vez con asesinos de uniforme
y famosos dictadores, en pocas palabras, ¿cómo definiríais Finmeccanica? Claro
que no es que vuestros jefes brillen por su imaginación, tanto que, para
disipar cualquier duda sobre las verdaderas funciones de esta empresa,
recientemente han puesto de jefe al ex policía Gianni De Gennaro: teniendo en
cuenta su responsabilidad en las torturas de Bolzaneto y en la masacre de la
escuela Díaz, como jefe de la policía, durante la cumbre del G8 del 2001,
lógicamente pensaron que era el hombre adecuado en el lugar adecuado.
Volviendo al
motivo de mi declaración, me gustaría hacer algunas aclaraciones sobre la
“brillante” operación que llevó a nuestra detención. Quién sabe cuántos
apretones de manos y palmadas en la espalda se han dado los astutos sabuesos
que consiguieron aprovecharse de nuestro único error fatal, dictado por la
inexperiencia y la urgencia de hacer algo después del desastre de Fukushima, de
hecho, no nos dimos cuenta de que había una cámara de video colocada por el
desconfiado propietario de un bar para proteger sus bocadillos. Por desgracia,
para nosotros, no la vimos cuando estudiábamos el recorrido que, desde el punto
donde dejamos la moto, llevaba a la parada de autobús que, después de un
cambio, nos llevaría a las afueras de la ciudad en dirección a Arenzano, donde
estaba aparcado mi coche, que habíamos utilizado para llegar y salir de Génova.
A decir
verdad, lo de la cámara no fue el único error cometido, también perdimos
preciosos momentos a la hora de alejarnos del lugar de la acción, el grito
rabioso del aprendiz de brujo del átomo: “¡Bastardos, sé quién os manda!”, nos
paralizó. Obviamente, no es cosa mía adelantar hipótesis sobre el significado
de esa frase, el momento no favorecía razonamientos calmados y, mucho menos,
acostumbro a construir castillos en el aire sobre las palabras pronunciadas por
otra persona, pero personalmente he llegado a la conclusión de que habíamos
hundido las manos en un montón de mierda. El resto de elementos que
justificaron nuestra detención o están distorsionados o son, simplemente,
falsos. La famosa grabación de la “pistola”, que dice que confirma que disparé
es absolutamente incomprensible, ahora es inútil implicar a expertos para
desmontarla, pero habiendo conducido la moto es imposible que pueda haber
empuñado también la pistola y, sobre todo, me parece lógicamente absurdo que me
haya puesto a contárselo justo a quien participó conmigo en la acción, es
decir, a Alfredo.
Sobre la
impresora, incautada en casa de mis padres, que la policía científica afirma
que es la que se utilizó para imprimir el panfleto, hay poco que decir, ya que
el ordenador y la impresora los compré yo y los destruimos después de usarlos
(cabe destacar que, una vez que la revisión había confirmado nuestros arrestos,
los propios científicos del RIS se dieron cuenta de que probablemente no era la
misma). En cuanto al robo de la moto por el cual procedéis en contra de
nosotros y de fantasiosos desconocidos, las cosas son menos complicadas que
como intentáis reconstruirlas. Dimos vueltas por la ciudad tratando resolver el
problema, ya que no teníamos ninguna experiencia en tal práctica. La suerte,
como se sabe, favorece a lxs valientes, de hecho, en la amena ciudad de
Bolzaneto nos encontramos una moto con las llaves olvidadas puestas en el
contacto, las tomamos y decidimos volver unos días más tarde con un casco. La
moto seguía todavía aparcada en el mismo sitio, me bastó sentarme en el sillín,
encenderla y llevarla por la parte del cementerio de Staglieno donde permaneció
hasta quince días antes de la acción, cuando la llevé cerca de la casa del
ingeniero Adinolfi. Me disculpo con el dueño por haber sacado los cascos y
otros objetos que había debajo del sillín y por haber tirado el baúl trasero,
por desgracia, eran incómodos y definitivamente no era muy buena idea intentar
devolverlos. Otro elemento que los investigadores han abordado y, me temo que
intentarán utilizar como buenos inquisidores en el futuro, es una
interceptación realizada en el CSL de Nápoles, en el que algunos compañeros
comentaron el folleto que habían recibido, en estreno mundial, vía e -mail. No
tengo ni idea de qué hablaron, no voy a explicar que el diálogo es difícil de
entender, por decir poco, y ni siquiera es el caso de pararme sobre la evidente
similitud entre “Valentino ” y “volantino (panfleto)”, pero sí sé por cierto
que el comunicado se envió solo por correo ordinario (enviamos las cartas
durante el cambio de autobús en el camino de vuelta, en un buzón postal, en el
paseo marítimo, cerca de la terminal de ferris), por lo tanto, es sencillamente
imposible que lo hayan recibido a través del correo electrónico.
Tengo claro
que usaréis nuestro caso para dar ejemplo, que la vendetta será draconiana, que
haréis todo lo posible por aislarnos (basta mencionar que desde hace más de un
año, nuestra correspondencia está sometida a censura), pero quiero daros una
mala noticia: se trata de esfuerzos inútiles. Hace, al menos, 150 años que
jueces, hasta más feroces que vosotros, intentan borrar la idea de la
posibilidad de una vida libre de autoridad, pero con pobres resultados. Puedo
aseguraros, tranquilamente, que vuestras acciones represivas, por muy de amplio
espectro o discriminadas que sean, no podrán desarticular ni erradicar nada. Si
os creéis que llegaréis, gracias a nosotros, a otrxs anarquistas que han
decidido experimentar la posibilidad caótica, espontánea e informal de la FAI,
os habéis equivocado mucho y solo conseguiréis dar palos de ciego; ni yo ni
Alfredo conocemos a nadie que haya tomado esta decisión. Estáis a la caza de un
fantasma que no podéis encerrar en las angostas casillas de vuestros códigos.
Eso es porque se manifiesta en el instante en que las tensiones destructivas de
aquellxs que lo animan se unen para actuar, en el momento en que mujeres y
hombres libres deciden experimentar concretamente la anarquía. Ahora que la
experiencia de la Célula Olga está conclusa, solo puedo aseguraros que he
encontrado nuevas razones para alimentar mi odio y motivos para desear la
destrucción de lo existente, hecho de autoridad, explotación y destrucción de
la naturaleza.
Amor y
complicidad para lxs hermanxs que, con sus acciones, en cualquier parte del
mundo, hacer realidad el sueño loco de la FAI/FRI.
Amor y
complicidad para lxs compas que, anónimamente o no, siguen atacando en nombre
de la posibilidad de una vida libre de autoridad.
Amor y
libertad para todxs lxs presxs anarquistas.
Viva la internacional negra de lxs
refractarixs del orden mortal de la civilización.
¡Viva la anarquía!
¡Viva la anarquía!
Nicola Gai
Ferrara, septiembre de 2013
Ferrara, septiembre de 2013
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