Es difícil escribir sobre un compañero que nunca has conocido.
Hasta hoy en día tenemos en la boca un sabor amargo de esta maldita noticia que
venía de lejano Chile. Un compañero perdió su vida en la explosión de una bomba
que él mismo llevaba para colocarla en la escuela de gendarmeria.
Su nombre era Mauricio Morales.
Un nombre que a partir del aquel día
frecuentemente está en nuestros labios, en nuestros comunicados, en nuestros
textos. Un nombre que nos acompañaba en nuestros itinerarios clandestinos, cuando
íbamos llevando nuestras propias bombas, cuando las mochilas nos pesaban
peligrosamente, llenas de explosivos y cuando las armas nos hacían compañía.
Mauricio Morales no es simplemente un nombre. Es un amigo
desconocido, un compañero y hermano con quien, a pesar de que nunca nos hemos
encontrado, andamos por el mismo camino, compartimos las mismas noches salvajes
y amamos las ensordecedoras explosiones que siguen gritando : “¡aún seguimos
vivxs en vuestro mundo!”
Siempre habrán momentos fuertes que unen
las paralelas trayectorias e historias. Cuantas veces de manera imaginaria
hemos acogido alrededor de nuestra mesa nuestros “antepasados”, Emile Henry,
Ravachol, Severino di Giovanni, Renzo Novatore y lxs hermanxs como el Mauri,
que “se han ido” temprano, les tuvimos como invitadxs durante nuestras
tempestuosos debates, en nuestros deseos rabiosos, en nuestras preocupaciones,
en los ojos enrojecidos y en las manos que están sudando por la tensión,
mientras que vamos montando un nuevo artefacto explosivo o limpiando nuestras
armas…
Ahí donde planeamos nuevos proyectos de la
subversión y ataque, la memoria y el presente se vuelven uno. Puede ser que lxs
compañerxs como el Mauri no están cerca, pero sí que están presentes.
Porque personas con esa osadía suya hacen que las estrellas resplandezcan. Por
esto les llevamos en nuestros corazones. Lxs anarquistas de praxis somos hechxs
de un material extraño y tal vez la mayoría de gente no comprende nuestra
locura. Tal vez mucha gente ve en la persona de Mauri un joven que murió en
vano. Son todas esas mentes cansadas que rinden culto a la derrota que va
predicando que “este mundo no cambiará y cualquier lucha es inútil.”
Lo único cierto es que la vida no se puede
ganar con ruegos ni con rezos. Precisa que nuestras manos agarren el fuego,
nuestros ojos miren atentamente al caos y nuestros corazones laten al ritmo de
la destrucción anárquica y la existencia salvaje.
El Mauri lo supo y vivió en los extremos como anarquista de praxis, como
compañero-hermano.
Por esto su muerte tiene un peso especial.
El peso de la pérdida.
Pero la ausencia del Mauri no es razón para lágrimas. Al contrario: se vuelve
una llama encendida en el estopa de la molotov en Santiago, un detonador
abrazado los cables en una bomba en Atenas,la bala en el cañón que apunta al
enemigo, la lima para fugarse de las celdas que nos tienen prisionerxs,
sonrisas en los labios de cada conocidx o desconocidx anarquista de praxis.
Y al sentir dolor lloramos y al sentir placer sonriamos, porque sabemos que
tenemos la guerra y las pérdidas son parte de nuestra vida, pero jamás vaciarán
a nuestro corazón.
Estas ausencias las llevamos en nuestro
interior, durante la clandestinidad, en la cárcel, en el silencio, en nuestros
gritos y vamos guardando la memoria de nuestrxs compañerxs intacta.
Naturalmente no necesitamos héroes ni
santos. Mauricio es uno de nosotrxs. Hasta las decenas de ataques que fueron
dedicados a él, no se llevaron a cabo en su nombre, sino fueron realizados
junto con él. Porque siempre está con nosotrxs y vamos compartiendo el mismo
sueño loco, el de la permanente insurrección contra la máquina social.
Al
ininterrumpido camino hacia la anarquía, la sonrisa y la muerte del Mauri
ofrecieron un nuevo empuje.
Para la Conspiración de Células del
Fuego Mauricio
Morales es la instigación de reforzar, todavía más, la estrategia de la
solidaridad internacional anarquista.
Para
nosotrxs fue el motivo de entrar en contacto, por primera vez, con lxs
compañerxs de Chile, Bolivia, México, Perú, Argentina, Uruguay…
Cada acto del ataque, de Chile a Grecia y de Italia a México, promulga en la
apuesta de la Internacional Negra de lxs Anarquistas de Praxis. Al mismo tiempo
la FAI (Federación Anarquista
Informal) y el FRI (Frente Revolucionario
Internacional) se van
expandiendo de una manera caótica e imprevisible, montando por todo el mundo
nuevas células que llevando el cuchillo entre los dientes atacan la
civilización del poder.
Nuevxs compañerxs se van armando y traen
sus bombas llenas de sueños, deseos, preocupaciones, y pensamientos, andando
por los mismos trayectos que pisó también el Mauri, en una batalla que no acaba
nunca…
Como lo
hemos escrito en el comunicado por la colocación del artefacto explosivo en el
consulado de Chile, poco después de la muerte del Mauri: “Cada
ataque (…) es nuestro propio espejo disfrazado en bomba, pistola, artefacto
explosivo que nos libera. No lo podéis colgar en la pared ni poner sobre
vuestra cama, pero podéis mirarla y preguntar a vosotros mismos: ”¿Hay algo más
liberador que el ataque mismo?”.
Como sucede con cada espejo,
también éste nos permite hacer la autocrítica. Estamos convencidos que a través
de la autocrítica muchos, y entre ellos nosotros, nos haremos mejores. Porque
de esto se trata, de hacernos mejores… Porque así sentimos y comprendemos
nuestras perdidas…
Un minuto de silencio para
el compañero Mauricio… un plazo de 30 minutos para la explosión… una vida en el
ataque…”
Célula de miembros encarceladxs de la
CCF/FAI/FRI