Si Pinochet hubiera muerto fusilado en un paredón de la clase obrera, o ajusticiado por un comando de incontrolados, y hubiéramos disfrutado de ver su sucio cuerpo colgando en la plaza de armas, celebraríamos embargados por la alegría. Pero no fue así, el tirano se murió de viejo. El que un genocida tan nefasto como Pinochet no sea aniquilado por la ira proletaria, demuestra las debilidades presentes de nuestra clase en la actualidad, debilidades acentuadas por todo el discurso reformista y ciudadano, que llama a confiar en la justicia burguesa, la misma que interrogaba al tirano cómodamente en sus mansiones, al mismo tiempo que manda 10 años a prisión a un proletario que asalta un microbús. Pero así están las cosas, por ahora. En todo caso, el constatar las debilidades presentes de la lucha de los explotados, no nos hace olvidar que este año hemos visto una afirmación de las luchas proletarias en chile, y un rápido desgaste del cuarto reich de la concertación.
Al final, todo el Estado se cuadró detrás de uno de los suyos, dándole honores militares a uno de los jefes del más brutal terrorismo de estado, velándolo en capilla ardiente cuando el más mínimo sentido de justicia llamaba a arrastrar su cadáver por la Alameda. Y la iglesia católica condenó de antemano cualquier desmán, poniéndose una vez más del lado de los verdugos, por más que le pese a los viejos cristianos de base. La iglesia no es una institución para radicalizar por abajo o dividir, sencillamente hay que destruirla.
Con respecto al reformismo, simple fracción de izquierda del capital, la muerte del tiranuelo les ha servido para tratar de llevar agua al viejo y casi seco molino del más rancio antifascismo, tratando de repolarizar a los oprimidos en la supuesta contradicción dictadura - democracia. Pero esa dicotomía es falsa, puesto que tanto la dictadura militar como la democracia (con o sin los llamados "enclaves autoritarios") son las dos caras de la misma moneda: la tiranía capitalista contra la humanidad explotada.
Pero tras la fiesta ciudadana en la tarde en el centro, con las banderas de la DC y del PPD y del PS y del P"C" y la nauseabunda banderita chilena, hermanadas en las celebraciones pacíficas, los incontrolados se tomaron las calles de Santiago, y los proletarios asaltaron tiendas, levantaron imponentes barricadas y lucharon directamente contra la represión, y la lucha se extendió en el centro y en los barrios periféricos hasta altas horas de la madrugada (en la capital y en otras ciudades del país), con autos incendiados y la alegría de los saqueos y el vandalismo. Una vez más una explosión del proletariado sorprendió a todos los que hablan de tribunales, de reconciliación, de juicio y castigo dentro de los márgenes del derecho burgués. Sorprendió a todos los periodistas imbéciles que hablan de "adversarios", "detractores" y "opositores" a Pinochet, cuando de lo que se trata en las revueltas es de tomar un poco de la vida que este sistema nos arrebata cada día. Sorprendió a todos los que se llenan la boca con el final de la vieja lucha de clases o anuncian desde hace años la muerte del proletariado.
Y a los que esperan una violencia ordenada y dirigida por tropitas leninistas que sigan esperando sentados, porque la revuelta es caótica, reproducible y contagiosa. Y se estrella contra todo lo que nos convierte en esclavos.
Ya llegarán lo días alegres de ajustar cuentas con todos los verdugos y torturadores, encubridores y simpatizantes, los que hacían el saludo nazi frente al hospital y la escuela militar o los demócratas pusilánimes, pero que nunca son pusilánimes para condenar a los explotados. Y a los que hablan de reconciliación, siempre dicen eso como una meta a cumplir entre los políticos, pero la clase política ya está reconciliada hace años, de derecha a izquierda. Todas sus querellas son un show mediático, otra falsificación más, propia de la sociedad del espectáculo y la mercancía. De lo que hablan en realidad es de la reconciliación de clases, y eso no lo han logrado ni lo lograrán jamás.
Arderá junto con ellos en las barricadas.
¡QUE LA MEMORIA HISTORICA SEPULTE A LOS QUE CONDENAN LA VIOLENCIA PROLETARIA!